La reciente Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) celebrada en Budapest ha sido una fuente de inspiración para el ultraderechista chileno, José Antonio Kast. Los anfitriones lo llevaron al límite de Hungría con Serbia donde se construye un muro de cuatro metros de altura y 180 kilómetros de largo. Kast, hijo de un oficial nazi, amigo de Santiago Abascal y Javier Milei, quien aspira a gobernar su país en 2026 como candidato del Partido Republicano, vio un ejemplo en ese cercado. De vuelta a Santiago, propuso hacer lo mismo en los 861 kilómetros de frontera que Chile comparte con Bolivia. La iniciativa no solo provocó una previsible controversia con el Gobierno de izquierdas sino que agitó otra vez las aguas de un debate latente en la sociedad sobre el modo en que se observa la presencia de casi 1,6 millones de migrantes sudamericanos –bolivianos y peruanos– como la que ha llegado procedente de Haití.
Camila Vallejo, la portavoz del presidente de Chile, Gabriel Boric, respondió con una pizca de ironía a Kast. “Cuando se es Gobierno hay que no solamente tener ideas, sino que ver cómo esas ideas se financian y se sostienen y cómo esas ideas pueden tener un efecto real, más allá de lograr un buen titular periodístico”. Chile, subrayó, tiene “grandes desafíos aún en materia migratoria” pero hay que evitar la “guitarra (decir generalidades sin fundamentos)”.
Las palabras de Vallejo no frenaron el impulso de Kast a favor del muro. Recordó que tres años atrás la ministra “ridiculizaba” las zanjas que se levantaron en el extremo norte para evitar la salida hacia Bolivia de automóviles robados. Sin embargo, “terminaron construyéndolas”, añadió el ultraderechista, que anticipa que, de nuevo, la izquierda acabará aceptando su sugerencia del muro. “Espero no pase mucho tiempo antes que el Gobierno empiece a construir el muro. Cuanto antes mejor para frenar la inmigración ilegal”. Según Kast, “Chile tiene que asegurar el cierre de su frontera con Bolivia y en los próximos meses, vamos a trabajar un plan integral para detener el ingreso de inmigrantes ilegales, que evalúe la posibilidad de levantar barreras físicas, tecnología y los cambios legales que permitan desarrollar este proyecto que es de máxima prioridad”.
Miradas negativas
El discurso contra la inmigración ilegal ha sido una de las fuentes nutricias de la ultraderecha en las últimas campañas electorales en las que ha experimentado un crecimiento significativo. Kast, quien sigue los ejemplos de Donald Trump o Viktor Orbán, más que el de Milei, ha sido uno de los que ha cabalgado sobre un prejuicio y malestar contra los inmigrantes detectado en las encuestas. Semanas atrás, un sondeo del Centro de Estudios Públicos (CEP) ha dado cuenta de que el 74% de las personas entrevistadas es contraria a la inmigración. Un 69% de los encuestados cree que el aumento del índice de criminalidad está relacionado con la entrada de personas extranjeras. La mirada negativa está construida sobre lugares comunes en un país que atraviesa una crisis de seguridad urbana. Un sondeo de 2023 de la Universidad Católica detectó también la percepción de un conflicto social entre chilenos y migrantes. Un 71% consideraba “excesiva” la presencia de extranjeros, especialmente los que habían ingresado sin permiso. Solo un 7% reconocía, sin embargo, haber tenido “malas experiencias” con los recién llegados.
El tema ha adquirido una envergadura que excede las indagaciones de las ciencias sociales. Martín Seeger ha realizado un cortometraje, El canon, que narra el drama de los haitianos que llegaron a Chile a partir de 2010, cuando un devastador terremoto dejó decenas de miles de muertos y expulsó a buena parte de su población más allá de sus fronteras. “En Chile nunca habíamos tenido población afrodescendiente; entonces, se generó una suerte de fascinación, en paralelo a una especie de discriminación. Veías en las construcciones a los obreros haitianos haciendo trabajos precarizados que no querían hacer los chilenos”, señala Seeger. El director se basó en el cuento de un escritor venezolano, Leoncio Martínez, pero cambió de nacionalidades para contar la historia de Juan, un obrero haitiano que a la vez trabaja como modelo en una escuela de arte. No habla castellano. Solo se comunica a través de su cuerpo. Es un arquetipo estético, digno de ser representado en un lienzo, y, además, objeto de la discriminación por su color y su falta de lenguaje común.
Recientes medidas
La inmigración no solo es una fuerza económica, un problema social y una figura a la que se apela para hablar de delincuencia y seguridad. La presencia en la periferia de Santiago de “El tren de Aragua”, un grupo criminal surgido en las cárceles de Venezuela, ha reforzado las aprensiones que detectan los encuestadores. No obstante, en los últimos cuatro años, solo los matrimonios entre venezolanos y chilenos han pasado de 651 en 2020 a 1.285 en 2023.
En este contexto, las autoridades chilenas comenzaron a expulsar a los extranjeros que no tienen su situación migratoria regularizada o cometieron delitos, aunque fueran menores. Días atrás partió un nuevo vuelo chárter de la Fuerza Aérea rumbo a Bolivia, Ecuador y Colombia con más de medio centenar de deportados. “Son una minoría de los extranjeros que viven en Chile, pero es una minoría que hace mucho daño”, dijo el director del Servicio Nacional de Migraciones, Luis Eduardo Thayer. Pero Kast quiere ir más lejos. Por eso, en su cuenta de la red social X presentó dos fotografías. Una de ellas muestra un segmento de la extensa frontera chilena boliviana, sin alambrados ni vigilancia. La otra, una línea fortificada que separa a Hungría de Serbia. “¿Cuál es más efectiva para frenar la inmigración ilegal?”, preguntó a sus seguidores. La publicación se ha replicado casi 60.000 veces.
