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Cómo los migrantes de Asia, Europa y África están cambiando el rostro del tráfico humano hacia EE.UU.

Autor: TELEMUNDO.com

Por David Noriega, Aarne Heikkila y Adiel Kaplan – NBC News

JACUMBA HOT SPRINGS, California — Poco después del amanecer, en el desierto localizado al este de San Diego, un grupo de inmigrantes se juntaba alrededor de una hoguera. Se habían reunido en este desolado tramo de la frontera entre Estados Unidos y México procedentes de cuatro continentes distintos: jóvenes de India compartían bocadillos con mujeres de Nicaragua, mientras que un hombre de Georgia estaba junto a una familia proveniente de Brasil.

Un voluntario de un grupo humanitario local transportó un contenedor lleno de papeles: era información legal impresa en 22 idiomas diferentes. Mientras los repartía ―en gujarati, español, portugués y ruso― dijo en inglés: “Bienvenidos a Estados Unidos”.

Esta es la nueva normalidad de la migración en la frontera sur: lo que antes era sobre todo un fenómeno regional se ha convertido en algo global, con un descenso de la proporción de migrantes procedentes de los cuatro países más cercanos y un aumento del número de personas procedentes de otras partes del mundo.

NBC News analizó datos recién publicados por el Departamento de Seguridad Nacional que muestran un cambio fundamental. Antes de la pandemia, aproximadamente 9 de cada 10 migrantes que cruzaban la frontera ilegalmente (es decir, no por los puertos de entrada) procedían de México, Guatemala, Honduras y El Salvador, los cuatro países más cercanos a la frontera.

Esos países ya no son mayoría: a partir de 2023, por primera vez desde que EE.UU. recoge este tipo de datos, la mitad de todos los migrantes que cruzan la frontera proceden de otros lugares del mundo.

Los mayores números corresponden a países más lejanos en las Américas de los que nunca antes habían salido tantos migrantes hacia la frontera. En el año fiscal 2019, por ejemplo, el número de colombianos detenidos cruzando de manera ilegal la frontera fue de 400. En el año fiscal 2023, se disparó a 154,080, un aumento de casi cuatrocientas veces.

Pero también llegan de países de África, Europa del Este y todas las regiones de Asia. Se ha producido un aumento espectacular del número de migrantes procedentes de los países más poblados del mundo: entre los años fiscales de 2019 y 2023, el número de migrantes procedentes de China e India se multiplicó por más de once y cinco veces, respectivamente.

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Y algunos países que antes enviaban un número insignificante de migrantes a la frontera estadounidense han experimentado aumentos asombrosos. En el año fiscal 2019, el número total de personas de Mauritania, la nación del noroeste de África, que fueron detenidas en la frontera fue de 20. Cuatro años después, ese número fue de 15,260. En el caso de los migrantes procedentes de Turquía, la cifra pasó de 60 a 15,430. Y la lista continúa: las aprehensiones se multiplicaron por cien o más veces en más de 50 nacionalidades.

¿Qué hay detrás de esta tendencia?

Expertos y funcionarios del Gobierno estadounidense atribuyen, en gran medida, este crecimiento explosivo a la pandemia que provocó migraciones masivas en todo el mundo, generando serios retos para un sistema de inmigración que ya sufre los efectos de una década de graves retrasos. Otro factor importante es la expansión masiva de las redes transcontinentales de tráfico, impulsadas por la generalización de la tecnología digital.

Estos flujos migratorios cambiantes representan una parte significativa de las cifras récord en la frontera que han dominado el ciclo electoral de este año. Implican una importante reorganización de los patrones migratorios mundiales y un cambio de paradigma para la política de inmigración y las relaciones internacionales de Estados Unidos.

“Fundamentalmente, nuestro sistema no está equipado para enfrentar a la migración tal y como existe ahora, no sólo este año y el año pasado y el año previo, sino durante los años que nos precedieron”, dijo el Secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, en una entrevista con NBC News. “Tenemos un sistema que se modificó por última vez en 1996. Ahora estamos en 2024. El mundo ha cambiado”.

Los “cabeza de serpiente”, una sofisticada red de tráfico humano en China

El paisaje cercano a Jacumba Hot Springs, un pueblo de menos de 600 habitantes ubicado cerca del extremo oriental del condado de San Diego, es rocoso y montañoso. La valla fronteriza de acero se detiene en varios puntos donde el terreno se eleva en pronunciadas pendientes irregulares dejando espacios fáciles para que los migrantes puedan transitar. Las autoridades fronterizas bloquean sistemáticamente estos espacios con alambres, pero los contrabandistas vuelven a abrirlos.

En una tarde de marzo pasado, un grupo de unos 30 migrantes chinos trepó por uno de esos huecos para entrar en Estados Unidos. Entre ellos estaba Wei Bin, un hombre de mediana edad de la ciudad portuaria de Tianjin que viajaba con su hijo de 14 años. Wei dijo que los daños económicos causados por la pandemia, junto con las represivas políticas chinas de “cero-COVID”, hicieron que creyera que su país no le ofrecía un futuro viable a su hijo.

Así que se marcharon a Estados Unidos. En una entrevista con NBC News, Wei describió su viaje de 45 días: primero volaron a Ecuador, uno de los pocos países de América que aceptan viajes sin visado desde China, y desde allí se desplazaron hacia el norte.

El viaje fue organizado por unos contrabandistas chinos conocidos como los “cabeza de serpiente”. Wei nunca los vio y sólo se comunicaba con ellos por WeChat y pagaba todo por internet.

Los servicios de los contrabandistas cuestan unos 10,000 dólares por persona y, a cambio, reciben instrucciones precisas sobre dónde y cómo reunirse con una serie de contactos locales, a menudo miembros de redes de contrabando preexistentes en cada uno de los países por los que viajaba. Eran estos contrabandistas ―ecuatorianos, colombianos, mexicanos― quienes se encargaban de trasladar a Wei y a su hijo de un lugar a otro.

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El viaje no fue fácil. En algún lugar de Colombia, el primer contacto dejó de responder a los mensajes de Wei, estafándole miles de dólares y dejándolo tirado hasta que, a través de otro emigrante chino que conoció en la ruta, consiguió el contacto de otro traficante. Y mientras Wei y su hijo navegaban en una pequeña embarcación sorteando un sector del tristemente famoso Tapón del Darién ―una densa franja de selva entre Colombia y Panamá―, vieron cómo zozobraba otra embarcación llena de migrantes.

“No le recomendaría a nadie que emprendiera la ruta que acabamos de tomar”, dijo Wei. “Es demasiado peligrosa”.

China ofrece uno de los ejemplos más ilustrativos de esta nueva era de la migración mundial. Entre 2014 y 2022, la media de ciudadanos chinos que cruzaron la frontera sur sin papeles en un año determinado fue de unos 1,400. En 2023, esa cifra aumentó a 24,050.

Esto no habría sido posible sin redes transcontinentales de contrabando como las utilizadas por Wei y su hijo. Aunque estas redes han existido de alguna forma durante décadas, han crecido en escala y organización.

El contrabando humano y la tecnología

“Las distintas redes suelen especializarse en nacionalidades concretas”, explica Adam Isacson, experto en migración de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos, un grupo de investigación. “Así que si eres somalí, llegas a Quito y te unes a un grupo de somalíes que ya está en marcha. Un contrabandista te pasa a otro, y la red de relaciones llega hasta la frontera entre Estados Unidos y México”.

Gran parte del crecimiento de esa industria ilegal se debe a la tecnología. Los migrantes de todo el mundo ahora poseen teléfonos inteligentes que les permiten comunicarse, y también tienen acceso a los sistemas de pagos por internet. Los contrabandistas se anuncian ampliamente en TikTok, WeChat, WhatsApp o cualquier plataforma que sea popular en el país al que se dirigen.

NBC News tuvo acceso al perfil de WeChat de un traficante chino que afirma haber trasladado a más de 100 personas a Estados Unidos en el último año. Publica con regularidad videos de migrantes en ruta para atraer a nuevos clientes.

Las grabaciones hacen que el viaje parezca fácil: hombres sonrientes que muestran el pulgar hacia arriba a la salida de hoteles en México, familias que viajan tranquilamente en autobús. En un video, una mujer cruza la frontera con Estados Unidos y grita: “¡Por fin hemos cruzado!” en mandarín, mientras su hijo pequeño grita alegremente.

Los expertos y las fuerzas de seguridad estadounidenses describen estas redes como poco estructuradas pero estrechamente conectadas, que incluyen a actores ilícitos y empresas legítimas como agencias de viajes y líneas de autobuses. En algunos puntos clave, están controladas por las organizaciones criminales más poderosas de América.

La parte colombiana del Tapón del Darién, por ejemplo, ha pasado recientemente a manos del Clan del Golfo, un cártel narcoparamilitar muy violento considerado como el mayor exportador de cocaína del mundo. Como resultado, la selva del Darién, antes considerada casi infranqueable, ahora es una ruta de migración masiva por la que transitan cientos de miles de personas al año. Es probable que la apertura de este tramo de selva represente por sí sola una parte sustancial del aumento de las llegadas mundiales a la frontera.

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“En 2021, la puerta de entrada al Darién sólo era de afrocolombianos e indígenas locales que trabajaban como guías”, dijo Isacson. “Para 2022, el Clan del Golfo tomó el control, y de repente tenías una ruta clara. Se anunciaban, había gente dispuesta a aceptar tu dinero, y todo estaba mucho más organizado”.

Fue esta vasta red mundial de contrabandistas entrelazados la que movió a Wei y a su hijo en su camino hacia Estados Unidos. Finalmente llegaron a Tapachula, en el extremo sur de México, donde tomaron un vuelo nacional a Tijuana. Allí volvieron a quedar en manos de poderosas organizaciones delictivas: según funcionarios estadounidenses, el negocio del contrabando en el lado sur de la frontera entre México y Estados Unidos está dominado actualmente por los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación.

Junto con el grupo más numeroso de unos 30 migrantes chinos, Wei y su hijo pasaron la noche en un departamento en mal estado situado a pocos minutos de la frontera. “Las condiciones eran muy malas y sólo nos daban lo básico, como agua y sopa”, cuenta Wei. “Si queríamos algo más, teníamos que pagar”.

Al día siguiente, los contrabandistas los montaron en una furgoneta con tres filas de asientos, los condujeron a la frontera, señalaron el hueco en la valla y les dijeron que cruzaran a pie.

Un sistema mal equipado

En la última década, se han producido dos cambios de paradigma en la frontera, según agentes activos y exfuncionarios de inmigración estadounidenses. El primero comenzó en 2014, con la llegada de un número sin precedentes de familias y niños procedentes del Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador).

Fue un evento que marcó una ruptura con décadas de migración procedente casi en su totalidad de México, porque esos migrantes no intentaron evadir a la Patrulla Fronteriza. En lugar de eso, se entregaron voluntariamente para solicitar asilo, y rápidamente desbordaron un sistema diseñado para algo totalmente distinto.

“Nuestra infraestructura, procesos y personal existentes ya no se ajustaban a lo que estaba ocurriendo sobre el terreno”, afirmó Theresa Cardinal Brown, directora de política de inmigración del Bipartisan Policy Center y exfuncionaria del Departamento de Seguridad Nacional y del Servicio de Aduanas y Protección de Fronteras.

El sistema se optimizó para detener y deportar rápidamente a adultos solteros de México. Estaba muy mal equipado para procesar a las familias y a los niños y llevarlos a través de complejos procedimientos legales de asilo. Los tribunales de inmigración comenzaron a atrasarse.

El segundo cambio de paradigma se está produciendo ahora. A partir de 2018, se produjeron picos en el número de inmigrantes procedentes de Cuba, Haití y Venezuela. Entonces comenzó la pandemia: las economías se hundieron y las fronteras se cerraron, y cuando volvieron a abrirse, se desataron oleadas de migración en todo el mundo. Y esa oleada inicial desencadenada por la pandemia ahora está impulsada por las redes de contrabando que se expandieron para facilitarla.

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Esto ha añadido más peso a un sistema que ya tenía fallas. Estados Unidos sólo tiene capacidad para deportar personas rápidamente y en grandes cantidades a México y al Triángulo Norte, según un alto funcionario de la CBP que habló con NBC News bajo condición de anonimato para poder hablar con libertad. Las deportaciones son caras e implican un reto logístico ―requieren aviones, personal y tiempo para tramitar los documentos de viaje, etc.― y no existe tal infraestructura, dijo el funcionario, para deportar a personas en masa a África, Asia o incluso Sudamérica.

La postura de Mayorkas y del Gobierno de Biden es que estos problemas sólo pueden abordarse de manera significativa mediante una revisión del sistema de inmigración por parte del Congreso, como la que se propuso en febrero en un proyecto de ley bipartidista del Senado, ya extinto.

“No podemos procesar a estas personas a través de los procedimientos de aplicación de la ley de inmigración muy rápidamente; de hecho, a veces se tarda más de siete años”, declaró Mayorkas a NBC News. “La legislación bipartidista propuesta reduciría ese período de espera de más de siete años a veces a menos de 90 días. Eso es transformador”.

Incluso con un sistema reformado, Estados Unidos seguiría siendo el único país que se enfrenta a un fenómeno que implica directamente a una gran parte del mundo.

“Para gestionar los flujos migratorios regionales, hay que lograr la cooperación de unos cuantos países”, dijo Brown. “Para hacer frente a los flujos migratorios hemisféricos, se necesitan unos 20 países. Para ocuparse de los flujos migratorios mundiales, ahora se habla de cientos de países”.

Hay que persuadir a esos países para que hagan cualquier cosa, desde restringir los visados hasta interceptar físicamente a los migrantes con ejércitos y fuerzas policiales. Y muchos países, especialmente los que históricamente son hostiles a Estados Unidos, no son fáciles de convencer.

Nicaragua, por ejemplo, permite viajar sin visado a más de dos decenas de países africanos y a varios asiáticos, lo que lo convierte en uno de los principales puntos de llegada al continente americano de inmigrantes que luego se dirigen al norte, a la frontera entre Estados Unidos y México.

Aunque Mayorkas declaró a NBC News que está manteniendo conversaciones de alto nivel con funcionarios chinos para cambiar esta situación, un acuerdo de este tipo sólo solucionaría parcialmente una pequeña parte de un problema mucho mayor.

“Estamos en un punto de inflexión”, dijo Brown. “Tenemos que reconocer que lo que ocurre en nuestra frontera es un microcosmos de lo que ocurre en todas partes. Esto no es un problema de la frontera entre Estados Unidos y México. Ahora es un problema mundial”.


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