Mediante un manifiesto divulgado este martes se hizo llamado a que “cese el odio, la destrucción masiva y la muerte. Que desaparezca la indiferencia académica y religiosa ante los que hoy sufren y renazca la justicia y el cuidado común”.
“Es claro para nosotros que las personas denominadas Palestinas no han sido consideras humanas ni por el Estado de Israel ni por la comunidad internacional, advertimos por tanto que al hacer caso omiso de esta clara tendencia colaboramos con nuestra propia destrucción”.
Esa es una de las inquietantes consideraciones que expresó la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión de la Universidad Nacional (UNA) mediante un manifiesto que con fecha del 27 de febrero sobre la situación del pueblo palestino en la franja de Gaza.
Desde la incursión del Hamas el 7 de octubre, que cobró la vida de unas mil personas y la toma de unas 200 como rehenes, el Estado israelí dio inicio a una cruenta ofensiva sobre la franja de Gaza en la que ha matado a más de 29.900 personas, gran parte de ellas niños y niñas.
Es previsible que la cifra de víctimas aumente aún más, tras el anuncio de Israel de que atacará la ciudad de Rafah.
“El Estado de Israel debe cesar el exterminio de la población de Gaza. Si no lo hace destruye todo principio de humanidad”, señala de forma tajante el Manifiesto.
Al mismo tiempo, señala que Israel “debe acatar las resoluciones de la ONU no solo porque este es un órgano que se constituye en mediador de crisis y solución temporal o total de conflictos, sino por los principios que esta institución sustenta en su estructura fundamental, es decir, la Declaración Universal de Derechos Humanos”.
Cabe recordar, por ejemplo, la Resolución 242 de noviembre de 1967 llamó al “retiro de las fuerzas armadas israelíes de los territorios que ocuparon” durante la llamada Guerra de los Seis Días.
La mencionada Escuela dejó clara su “oposición total y completa contra todo acto que atente contra personas civiles, especialmente en espacios destinados a la protección y salvaguarda como hospitales, guarderías, campos de refugiados, sistemas de transporte público, comedores, rutas de ingreso de suministros necesarios para la vida como medicinas, alimentos, cobijas, etc., iglesias y santuarios y otros espacios que, para el mismo efecto, están destinados a ser lugares en donde no hay ninguna acción vinculada a la guerra”.
Además rechaza “decididamente los distintos mecanismos que preservan y sustentan la impunidad y la salvaguarda de aquellas personas que, como actores intelectuales o como personas obedientes a los anteriores, actúan en contra de la población civil en cualquier parte del mundo y en concreto contra las personas que hoy viven en Gaza”.
En esa línea, subraya que los países con el poder de hacerlo “son capaces de poner sanciones a otros países de acuerdo con sus intereses estratégicos y económicos, pero, también son capaces de ser laxos y permisivos con países que les resultan aliados”.
Ello implica la “destrucción de los principios de las leyes internacionales y reducen totalmente la concepción de lo que es ser humano”.
El documento asegura que “las diversas religiones o caminos hacia lo divino guardan en su tradición el amor por la vida y el amor a la persona próxima, la hospitalidad y el cuidado de las personas en estado de vulnerabilidad, el cuidado de la comunidad, sin esto no hay religión posible”.
Por ello, se hace un llamado “a las religiones a cesar todo apoyo a este tipo de actos de violencia, a denunciarla y señalar a las personas responsables, concomitantemente con la solidaridad con las víctimas”, y de manera particular en Gaza a que “honremos la vida … que cese el odio, la destrucción masiva y la muerte. Que desaparezca la indiferencia académica y religiosa ante los que hoy sufren y renazca la justicia y el cuidado común”.