Desde antaño existen investigaciones científicas que avalan el proceso de educación formal como parte esencial para alcanzar una apropiada disciplina social la cual comienza en el hogar y se consolida y fortalece en las escuelas. El decurso histórico de la sociedad contemporánea, así lo acredita.
En nuestro país, a pesar de los duros años de insaciable bloqueo y agresiones con multiplicidad de estrategias y formas por parte de Washington contra Cuba, la Isla ha mantenido entre sus prioridades el desarrollo social y la búsqueda de bienestar para todos los ciudadanos, sin distinción alguna. Sin embargo, las actuales condiciones socio-económicas, complejas y muy difíciles que ha impuesto el criminal recrudecimiento de ese asedio tiene incidencia en la vida cotidiana de la población, al obstaculizar el adecuado desempeño de actividades productivas e integralidad de servicios en las comunidades.
Y el tesoro más preciado de la Patria; sus niños, adolescentes y jóvenes no están exentos de ser víctimas de ese cruel acoso que intenta desestabilizar la tranquilidad ciudadana en la nación. De ahí que la educación formal recibida en el seno familiar y la escuela resulten trascendentes para el desempeño futuro de las nuevas generaciones, y uno de los temas sobre el cual los centros educativos deben generar mayor nivel de información y conciencia es el relacionado con el cuidado y preservación del medioambiente, promoviendo desde los primeros niveles de enseñanza acciones que favorezcan su salvaguarda.
La Habana, por ejemplo, cuenta con fuentes ecológicas significativas en áreas verdes, parques, bosques, plantas y árboles que deben protegerse por su rol positivo en la oxigenación del ecosistema de la ciudad. Y para lograr sustentar ese noble propósito no solo podemos depender del actuar oportuno y sistemático de los trabajadores de los servicios comunales ( aspecto este que muestra aún insuficiencias importantes en la Capital por padecer entre otras razones de la carencia de recursos decisivos como contenedores para recepcionar más volúmenes de basura y combustible para los transportes periódicos de recogida ), sino además es necesario crear motivaciones en quienes realizan esta importante misión y también en el resto de los ciudadanos para que apoyen esta loable labor.
Resulta impostergable conquistar una mayor comprensión en la población con respecto a la necesidad de evitar la proliferación de microvertederos que contaminan el entorno y por ende dañan la higiene en la comunidad. Todos estamos precisados a contribuir a mejorar el saneamiento del barrio.
Igualmente los pequeños de casa pueden también contribuir a crear conciencia sobre el tema, de ahí la importancia que reviste el proceso de educación medioambiental desde los primeros años de vida y se fortalezca en los restantes niveles de enseñanza del Sistema Nacional de Educación.
En ocasiones hemos constatado a niños y adolescentes jugando en los parques con recortes de cartones, hojas de papel, objetos de plásticos y madera, y también reactivando los otroras juegos de pon, practicando futbol y beisbol, y a veces con implementos rústicos que semejan bases, cajones de bateo o límitan el terreno en cuestión. Es agradable y estimulante apreciar el empleo sano del tiempo libre, pero generalmente al finalizar estas actividades recreativas los infantes dejan diseminado en áreas verdes desechos de materiales y medios de entretenimiento utilizados los cuales con la aparición de vientos, lluvias y erosión de suelos son convertidos también en focos de contaminanción.
Si entre todos conservamos la salud del hábitat en nuestras comunidades estaremos apostando a un bienestar superior, a rendir el merecido homenaje a la Madre Tierra, y sobre todo coadyuvando a garantizar el futuro de las nuevas generaciones, como el mejor legado para los pinos nuevos, continuadores de la humana y justa obra en construcción, en la República de Cuba.
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