En matemáticas un patrón tiene que ver con la idea de repetición, de regularidad. En otros campos, como por ejemplo el de la psicología, con esas conductas o comportamientos a los que solemos tender de manera natural por no decir, inconsciente. Sin embargo, este concepto resulta útil en la creación y, en particular, para el ejercicio de la escritura dramática.

La primera vez que escuché hablar del “patrón de expectativa”, fue en una clase de dramaturgia en la universidad, mientras realizaba mi proceso de formación en la Licenciatura de Artes Escénicas. El estimulante profesor de la clase de dramaturgia, realizaba una explicación sobre los géneros dramáticos, basando su relato en la lectura de varias fuentes, y mencionaba que cada género dramático, por ejemplo, la comedia generaba, valga la redundancia, una expectativa. De tal manera que cuando detectamos que una obra de teatro es cómica, estamos esperando que uno de los efectos producido por ella sea la risa. Elegimos ver una comedia “esperando” reír.

Lo cierto es que, hasta hace unos días, no había reparado en que la idea del patrón de expectativa, tiene muchas más repercusiones y trasciende la dimensión que compete a la asociación de una obra con los denominados géneros teatrales. De hecho, es un tema que se vincula directamente con la recepción. Con el tener que pensar en la relación con el mal llamado “receptor” pues, en definitiva, pensar, explorar, construir la relación entre la obra y su posible consumidor es un asunto fundamental para el arte.

El patrón de expectativa aparece durante muchos momentos en la construcción de una fábula. ¿Qué será lo que se puede “esperar” de esta situación, de este personaje? Si una historia comienza en un espacio como, por ejemplo, un bote en medio del mar, inevitablemente, esa imagen generará en el “receptor” cierto tipo de hipótesis sobre lo que va a ocurrir. Si hay una persona borracha parada en el borde de un balcón en el último piso de un rascacielos, es inevitable no “esperar” lo peor, puesto que se ha generado una suposición de lo que podría acontecer en dicha circunstancia. Si hay una novia, con su resplandeciente vestido blanco caminando sin rumbo por una calle concurrida, sola, y con el maquillaje de los ojos escurriéndose por la cara, uno podría suponer la causa y, dependiendo de su estado emocional, inferir alguna hipótesis sobre la posible consecuencia.

No obstante, el patrón de expectativa no se circunscribe exclusivamente con el “receptor”, sino que también es un elemento con el cuál el creador puede ir encontrando, subvirtiendo su creación dramática. En definitiva, habrá que seguir dimensionando sus virtudes.

Domingo 21 de abril del 2024.
Bogotá, Colombia.