En algún momento de los próximos años (nadie sabe exactamente cuándo) tres satélites de la NASA, cada uno tan pesado como un elefante, se apagarán.
Ya están a la deriva, perdiendo altura poco a poco. Han estado observando el planeta durante más de dos décadas, mucho más de lo que nadie esperaba, ayudándonos a pronosticar el clima, gestionar incendios forestales, monitorear derrames de petróleo y más. Pero la edad los está alcanzando y pronto enviarán sus últimas transmisiones y comenzarán su lenta y final caída a la Tierra.
Es un momento que los científicos temen.
Cuando los tres orbitadores (Terra, Aqua y Aura) se apaguen, gran parte de los datos que han estado recopilando terminarán con ellos, y los satélites más nuevos no tomarán el relevo. Los investigadores tendrán que depender de fuentes alternativas que podrían no satisfacer sus necesidades exactas o buscar soluciones alternativas para permitir que sus registros continúen.
Con algunos de los datos que recopilan estos satélites, la situación es aún peor: ningún otro instrumento seguirá recogiéndolos. En unos pocos años, las características sutiles que revelan sobre nuestro mundo se volverán mucho más confusas.
“Perder estos datos irreemplazables es simplemente trágico”, afirmó Susan Solomon, química atmosférica del Instituto Tecnológico de Massachusetts. “Justo cuando el planeta más necesita que nos concentremos en comprender cómo nos afecta y cómo le estamos afectando, parece que estamos desastrosamente dormidos al volante”.
El área principal que estamos perdiendo de vista es la estratosfera, el importante hogar de la capa de ozono.
En el aire frío y enrarecido de la estratosfera, las moléculas de ozono se forman y destruyen, arrojan y barren constantemente mientras interactúan con otros gases. Algunos de estos gases tienen orígenes naturales; otros están ahí gracias a nosotros.
Un instrumento en Aura, la sonda de microondas, nos brinda nuestra mejor línea de visión de este hirviente drama químico, dijo Ross J. Salawitch, científico atmosférico de la Universidad de Maryland. Una vez que Aura desaparezca, nuestra visión se atenuará considerablemente, dijo.
Recientemente, los datos de la sonda de microondas han demostrado su valor de maneras inesperadas, dijo el Dr. Salawitch. Mostró cuánto daño causaron al ozono los devastadores incendios forestales en Australia a finales de 2019 y principios de 2020, y la erupción volcánica submarina cerca de Tonga en 2022. Ayudó a mostrar cuánta contaminación que agota la capa de ozono se estaba elevando a la estratosfera en el Este. Asia por el monzón de verano de la región .
Si no se desconectara tan pronto, la sonda también podría ayudar a desentrañar un gran misterio, dijo el Dr. Salawitch. “El espesor de la capa de ozono sobre las regiones pobladas del hemisferio norte apenas ha cambiado durante la última década”, afirmó. “Debería estar recuperándose. Y no lo es”.
Jack Kaye, director asociado de investigación de la División de Ciencias de la Tierra de la NASA, reconoció las preocupaciones de los investigadores sobre el fin de la sonda. Pero argumentó que otras fuentes, incluidos instrumentos en satélites más nuevos, en la Estación Espacial Internacional y aquí en la Tierra, aún proporcionarían “una ventana bastante buena a lo que está haciendo la atmósfera”.
Las realidades financieras obligan a la NASA a tomar “decisiones difíciles”, dijo el Dr. Kaye. “¿Sería fantástico que todo durara para siempre? Sí”, dijo. Pero parte de la misión de la NASA también es ofrecer a los científicos nuevas herramientas, que les ayuden a mirar nuestro mundo de nuevas maneras, dijo. “No es lo mismo, pero, ya sabes, si no todo puede ser igual, haz lo mejor que puedas”, dijo.
Para los científicos que estudian nuestro planeta cambiante, la diferencia entre los mismos datos y casi los mismos datos puede ser enorme. Podrían pensar que entienden cómo está evolucionando algo. Pero sólo si lo monitorean continuamente, de manera invariable, durante un largo período de tiempo, podrán tener confianza en lo que está sucediendo.
Incluso una breve ruptura en los récords puede crear problemas. Digamos que una plataforma de hielo se derrumba en Groenlandia. A menos que midas el aumento del nivel del mar antes, durante y después, nunca estarás seguro de que el colapso provocó un cambio repentino, dijo William B. Gail, ex presidente de la Sociedad Meteorológica Estadounidense. “Se puede suponer, pero no se dispone de un registro cuantitativo”, dijo.
El año pasado, la NASA sondeó a los científicos en busca de ideas sobre cómo el fin de Terra, Aqua y Aura afectaría su trabajo. Más de 180 de ellos respondieron al llamado.
En sus cartas, que The New York Times obtuvo a través de una solicitud de la Ley de Libertad de Información, los investigadores expresaron su preocupación por una amplia gama de datos de los satélites. Información sobre las partículas en el humo de los incendios forestales, el polvo del desierto y las columnas volcánicas. Medidas del espesor de las nubes. Mapas a escala fina de los bosques, pastizales, humedales y cultivos del mundo.
Incluso si hay fuentes alternativas para esta información, escribieron los científicos, podrían ser menos frecuentes, de menor resolución o limitadas a ciertos momentos del día, todos factores que determinan la utilidad de los datos.
Liz Moyer adopta un enfoque más cercano para estudiar la atmósfera de la Tierra: haciendo volar instrumentos a través de ella, en jets que viajan mucho más alto de lo que pueden llegar la mayoría de los aviones. “Me metí en esto porque es emocionante y es difícil llegar allí”, dijo el Dr. Moyer, que enseña en la Universidad de Chicago. “Es difícil construir instrumentos que funcionen allí, hacer mediciones, conseguir aviones que lleguen allí”.
Será aún más difícil una vez que Aura desaparezca, dijo.
Los aviones pueden tomar muestras de la química de la atmósfera directamente, pero para comprender el panorama general, los científicos aún necesitan combinar las mediciones de los aviones con lecturas satelitales, dijo el Dr. Moyer. “Sin los satélites, estamos tomando instantáneas sin contexto”, dijo.
Gran parte de la investigación del Dr. Moyer se centra en las delgadas nubes heladas que se forman entre nueve y 12 millas sobre el suelo, en una de las capas más misteriosas de la atmósfera. Estas nubes están ayudando a calentar el planeta y los científicos todavía están tratando de descubrir cómo el cambio climático inducido por el hombre está influyendo en ellas.
“Parece que vamos a dejar de observar esa parte de la atmósfera, y exactamente en el momento en que está cambiando”, dijo el Dr. Moyer.
El fin de Terra y Aqua afectará la forma en que monitoreamos otro factor importante de nuestro clima: cuánta radiación solar recibe, absorbe y rebota el planeta en el espacio. El equilibrio entre estas cantidades (o, en realidad, el desequilibrio) determina cuánto se calienta o se enfría la Tierra. Y para entenderlo, los científicos se basan en los instrumentos del Sistema de Nubes y Energía Radiante de la Tierra, o CERES, de la NASA.
En este momento, cuatro satélites vuelan con instrumentos CERES: Terra, Aqua y dos más nuevos que también están llegando a su fin. Sin embargo, sólo se está trabajando en un reemplazo. ¿Su esperanza de vida? Cinco años.
“Dentro de los próximos 10 años, pasaremos de cuatro misiones a una, y la que queda ya habrá pasado su mejor momento”, dijo Norman G. Loeb, el científico de la NASA que dirige CERES. “Para mí, eso es realmente aleccionador”.
Hoy en día, con el auge de la industria espacial privada y la proliferación de satélites alrededor de la Tierra, la NASA y otras agencias están explorando un enfoque diferente para mantener la vista en nuestro planeta. El futuro puede estar en instrumentos más pequeños y livianos, que podrían ponerse en órbita de manera más económica y ágil que Terra, Aqua y Aura en su día.
La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica está desarrollando una flota de este tipo para monitorear el tiempo y el clima. El Dr. Loeb y otros miembros de la NASA están trabajando en un instrumento liviano para continuar con sus mediciones del equilibrio energético de la Tierra.
Pero para que tales tecnologías sean útiles, dijo el Dr. Loeb, tienen que comenzar a volar antes de que los orbitadores actuales se apaguen.
“Se necesita un buen y largo período de superposición para comprender las diferencias y resolver los problemas”, dijo. “Si no, será realmente difícil confiar en estas mediciones, si no hemos tenido la oportunidad de probarlas con las mediciones actuales”.
En cierto modo, es un mérito para la NASA que Terra, Aqua y Aura hayan durado tanto tiempo, dijeron los científicos. “Gracias a una combinación de excelente ingeniería y mucha suerte, los hemos tenido durante 20 años”, dijo Waleed Abdalati, ex científico jefe de la NASA y ahora en la Universidad de Colorado Boulder.
“Nos quedamos enganchados a estos satélites. Somos víctimas de nuestro propio éxito”, afirmó el Dr. Abdalati. “Con el tiempo”, añadió, “la suerte se acaba”.
